27 febrero 2010

La revolución azul

La Noria Siria eleva el agua 16 m impulsada por el caudal de una acequia. Los saberes milenarios se relacionan con los avances tecnológicos contemporáneos.



Expo Zaragoza 2008: Una mirada inteligente, sensible e intencionada sobre una de los grandes desafíos de la Humanidad: El agua como fundamento de la vida y recurso único para el desarrollo humano, desde el compromiso ético de la sostenibilidad y el reto de la innovación.

El planeta Tierra por su singularidad bien merecería llamarse planeta Agua o planeta Vida. El agua determina el ámbito de la vida. Está en la atmósfera como componente del aire y las nubes, impregna las rocas y suelos, discurre y se reserva en la superficie terrestre, es parte esencial de los seres vivos, interviene en todos los procesos de la dinámica de la envoltura de la vida. Donde no hay agua no hay vida.

Durante millones de años, desde mucho antes de la aparición del ser humano, la misma agua ha sido hielo glaciar, nieve, nube, aire, río, lago, mar, océano, árbol, hierba, animal… en un ciclo permanente que se regenera animado por la energía del sol y la geodinámica terrestre.

El ser humano, el recién llegado de la historia natural del planeta, ha usado el agua desde siempre para satisfacer sus necesidades y deseos. La sed ha sido el motor de avances culturales extraordinarios. La necesidad de agua para beber, producir, disolver o evacuar desechos ha estimulado la inteligencia humana y ha obligado a realizar esfuerzos extraordinarios, exigiendo la organización de los trabajos y la estructuración de las sociedades. Las distintas civilizaciones han dejado significativos testimonios de sus logros frente a los desafíos del agua en cada momento histórico: códigos y normas jurídicas, obras de ingeniería hidráulica, paisajes y territorios ordenados en función del agua, ritos y fiestas que celebran el devenir cíclico de la vida.

En el siglo XXI, el desafío del agua se renueva. El incremento de la población mundial que necesita más agua y más alimentos, el aumento del consumo –y del despilfarro- de las sociedades llamadas civilizadas, la ineficacia de sistemas obsoletos o deficientes, el desequilibrio entre la oferta y la demanda del recurso en numerosas partes del mundo, la degradación de los sistemas hídricos y la correspondiente mengua de la capacidad de regeneración de los recursos de agua disponible y apta para el desarrollo humano, y el cambio climático que acelera y agudiza la crisis ambiental, obligan a las sociedades contemporáneas a repensar sus ideas y comportamientos. La proyección de las tendencias actuales hacia el futuro pronostican malos presagios: guerras por el agua, migraciones masivas y repentinas conforme al ritmo de los tiempos, agudización de las desigualdades y muerte para millones de seres humanos.

Una vez más, como se ha hecho a lo largo de la historia, es preciso afrontar nuevos e inéditos retos, pero esta vez a escala planetaria.

La comunidad internacional, consciente de la gravedad de los desajustes del sistema vital humano, ha definido claramente los Objetivos del Milenio. El agua impregna y está presente de una forma u otra en cada uno de ellos. El acceso al agua potable es un derecho fundamental de todo ser humano y el saneamiento está profundamente ligado a su dignidad. La lucha contra el hambre resulta imposible sin tener en cuenta los recursos hídricos necesarios para la producción de alimentos. La salud está fuertemente comprometida sin acceso al agua limpia y suficiente. La educación y la igualdad no será posible para millones de niñas que dedican gran parte de su tiempo a buscar y transportar el agua imprescindible.
 
(Texto extraido de Pellicer, F. 2008, Catálogo General de la Exposición Internacional Zaragoza 2008, La revolución Azul, TURNER, 28-31)

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