Hace unos años las riberas del Ebro en Zaragoza servían para esconderse. Se cagaba junto a los vestigios del Puente de Tablas, se traficaba con drogas bajo el Puete de Hierro, se tiraban los sillones viejos y las televisiones por el muro de Echegaray, algún chaval se prostituía en un colchón alojado en un aliviadero de pluviales, los restos del botellón (vomitonas, carro de super y botellas rotas) se encontraban bajo los puentes de Santiago o la Almozara, y no faltaban los que se masturbaban en el espacio público a la sombra de las torres del Pilar. La suciedad y la inseguridad campaban en las riberas apenas accesibles.
El sendero acompaña al río, los sauces crecen sobre la escollera y naturalizan el paisaje en la orilla derecha del Meandro de Ranillas (Camino de la Almozara)
El ejercicio físico mantiene la salud y el buen tipo.
Los árboles apenas filtran la luz del sol en invierno pero en verano formarán un tunel verde y fresco.
Los viejos álamos lucen sus grandes dimensiones y sus troncos gruesos y retorcidos.
Las riberas del Ebro están vividas por gente de toda edad y condición.
Presento hoy algunas fotos tomadas ayer en una mañana de cierzo helador en la que se asomó el sol. Antes en este lugar solo había una mota construida con escombros que invadía el cauce. Sobre ella se construyó esta eficaz defensa frente a las inundaciones, se recalibró el cauce y se creó un parque lineal muy usado por ciclistas, patinadores y paseantes. Los espacios públicos de calidad, accesibles, aptos para satisfacer las necesidades y deseos de numerosos usuarios son una fuente de salud y bienestar para todos los habitantes de Zaragoza.
Estas realidades se consiguen con estrategias bien concebidas, con proyectos bien pensados y ejecutados, con un mantenimiento cuidadoso y un buen uso ciudadano. En Zaragoza se ha hecho así. Esta es la realidad tangible. Venga y disfrute de este nuevo paisaje de la ciudad.
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