11 diciembre 2012

La enorme sonrisa blanca

 

Una pareja de conocidos vienen de misa. Están jubilados y pasan mitad de año en el pueblo y el invierno en Zaragoza. Les hace parar el extraño comportamiento de dos individuos ante el cajero automático de una de esas entidades “modelo” que se han ido a pique y que nos toca reflotar a golpe de recortes.
-Mira –me dicen- esos tipos deben estar robando ¿Qu
é hacemos?
-Déjalos –les respondo con ironía para quitar importancia-, quien roba a un ladrón….
Los individuos se alejan.
-Ay! –exclama ella- se nos está llenando el barrio de gente de esa. Ésto va a peor, nos quitan el trabajo, son delincuentes… A veces, cuando veo que vienen mujeres embarazadas y niños en esas pateras… le pido a Dios que hunda las barcas antes de llegar a la costa y que nos dejen en paz.
-Eso, eso... -interviene él- ellos vienen en pateras y nos echarán y tendremos que irnos a nado.
Reconozco que me dejaron noqueado, no pude articular palabra, mi respuesta hubiera sido demasiado grosera, me fui aturdido... y subí a casa. Entonces advertí en el ascensor la presencia de un guapo muchacho negro que con acento cubano y una enorme sonrisa blanca me preguntó:
-¿A qué piso va?

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