Paco vivía desde hace 25 años en Zaragoza completamente impermeable a la ciudad, él era un hombre de campo. En cuanto podía escapaba del asfalto y se iba a conocer los barrios rurales y pequeños pueblos del entorno.
En María de Huerva se encontró con Martín. Hacía tiempo que no se veían, se saludaron, recordaron tiempos y se fueron poniendo al día de sus and
anzas. Martín tenía un pequeño puesto de verduras en el mercado y Paco que adoraba las borrajas y las frutas había sido su cliente durante años.
Al jubilarse, Martín traspasó el puesto, vendió el piso de Zaragoza y se marchó a vivir a su casita de María de Huerva. Aquel capitalito lo invirtió en el pago de la entrada de cinco chalets adosados y en el pago mensual de las hipotecas correspondientes. Así aguantó año y medio y luego, aprovechando un buen momento, los vendió de nuevo. En la operación ganó 25 millones de pesetas (Paco y Martín siempre hablaban de pesetas cuando se trataba de cifras gordas).
Martín le decía a Paco:
-Fíjate, en año y medio y jubilado, sin dar un palo al agua, he ganado más que en toda mi vida levantándome siempre a oscuras para comprar en el Mercazaragoza y luego despachar la mercancía a cuarto y mitad durante todo el día.
Paco le felicitó, se despidió y caminó sin decir nada durante mucho rato. Su mujer, extrañada de su silencio, le preguntó:
-¿Qué piensas, Paco? Vaya con el Martín ¡Este sí que es listo!...
Pero el hombre de pueblo no entendía aquellas economías. ¿Cómo puede uno hacerse rico sin producir nada?. Y mientras paseaba aquellos pensamientos permanecía callado, mirando al suelo…
-¿Has pensado, Cristina, de donde ha salido el dinero que ha ganado Martín? –le preguntó a su mujer-
-De la venta de los chalets… ¿De dónde va a venir? -respondió con presteza la mujer- Martín ha hecho una operación financiera… Tú no sabes de eso!
-Ya, pero… ¿Quién ha pagado esa diferencia… lo que ha ganado Martín?
-Toma, pues los que han comprado!
-Y ¿quiénes son los que han comprado? Supongo que serán parejas jóvenes que buscan casa y se meten en hipotecas de esas que dan ahora y pagas en 40 años… ¡Maldita economía moderna que para hacer rico a uno hace pobres a veinte! –y se calló de nuevo-
Mientras regresaba a Zaragoza, Paco seguía pensando en las familias condenadas al pago de la hipoteca del piso durante toda la vida y al pago del coche y la gasolina de cada día para ir al trabajo, a PLAZA o Puerto Venecia para comprar, y los chicos y las motos y los accidentes y las horas perdidas en los desplazamientos y en la mala leche que se hace al volante… Allá por Cuarte o Cadrete una urbanización encaramada en el escarpe de yesos sobre el Huerva dibujaba una cremallera monótona en el paisaje de la estepa zaragozana. Un enorme cartel publicitario anunciaba una nueva promoción de chalets adosados: "Viva en plena naturaleza a diez minutos de la ciudad".
De aquel paseo Paco regresó muy triste. Paco murió el año que estalló la burbuja inmobiliaria.
Al jubilarse, Martín traspasó el puesto, vendió el piso de Zaragoza y se marchó a vivir a su casita de María de Huerva. Aquel capitalito lo invirtió en el pago de la entrada de cinco chalets adosados y en el pago mensual de las hipotecas correspondientes. Así aguantó año y medio y luego, aprovechando un buen momento, los vendió de nuevo. En la operación ganó 25 millones de pesetas (Paco y Martín siempre hablaban de pesetas cuando se trataba de cifras gordas).
Martín le decía a Paco:
-Fíjate, en año y medio y jubilado, sin dar un palo al agua, he ganado más que en toda mi vida levantándome siempre a oscuras para comprar en el Mercazaragoza y luego despachar la mercancía a cuarto y mitad durante todo el día.
Paco le felicitó, se despidió y caminó sin decir nada durante mucho rato. Su mujer, extrañada de su silencio, le preguntó:
-¿Qué piensas, Paco? Vaya con el Martín ¡Este sí que es listo!...
Pero el hombre de pueblo no entendía aquellas economías. ¿Cómo puede uno hacerse rico sin producir nada?. Y mientras paseaba aquellos pensamientos permanecía callado, mirando al suelo…
-¿Has pensado, Cristina, de donde ha salido el dinero que ha ganado Martín? –le preguntó a su mujer-
-De la venta de los chalets… ¿De dónde va a venir? -respondió con presteza la mujer- Martín ha hecho una operación financiera… Tú no sabes de eso!
-Ya, pero… ¿Quién ha pagado esa diferencia… lo que ha ganado Martín?
-Toma, pues los que han comprado!
-Y ¿quiénes son los que han comprado? Supongo que serán parejas jóvenes que buscan casa y se meten en hipotecas de esas que dan ahora y pagas en 40 años… ¡Maldita economía moderna que para hacer rico a uno hace pobres a veinte! –y se calló de nuevo-
Mientras regresaba a Zaragoza, Paco seguía pensando en las familias condenadas al pago de la hipoteca del piso durante toda la vida y al pago del coche y la gasolina de cada día para ir al trabajo, a PLAZA o Puerto Venecia para comprar, y los chicos y las motos y los accidentes y las horas perdidas en los desplazamientos y en la mala leche que se hace al volante… Allá por Cuarte o Cadrete una urbanización encaramada en el escarpe de yesos sobre el Huerva dibujaba una cremallera monótona en el paisaje de la estepa zaragozana. Un enorme cartel publicitario anunciaba una nueva promoción de chalets adosados: "Viva en plena naturaleza a diez minutos de la ciudad".
De aquel paseo Paco regresó muy triste. Paco murió el año que estalló la burbuja inmobiliaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario