22 marzo 2010

AGUA PARA SIEMPRE

Somos agua …

El agua determina el ámbito de la vida. Está en la atmósfera como componente del aire y las nubes, impregna las rocas y suelos, discurre y se reserva en la superficie y corteza terrestre, es parte esencial de los seres vivos, interviene en todos los procesos de la dinámica de la envoltura de la vida. Donde no hay agua no hay vida.

La cantidad total de agua en el Planeta no varía.

Durante millones de años, desde mucho antes de la aparición del ser humano, la misma agua ha sido hielo glaciar, nieve, nube, aire, río, lago, mar, océano, árbol, hierba, animal… en un ciclo permanente que se regenera animado por la energía del sol y la geodinámica terrestre.

Pero el agua es un recurso renovable y limitado para el ser humano:

los glaciares retroceden aceleradamente

Los ríos se secan.

Las reservas subterráneas disminuyen.

Los lagos se reducen.

La calidad de agua empeora.

El Cambio Climático acentúa la crisis del agua alterando el balance energético y sus consecuencias a escala mundial y modificando las entradas y salidas de agua en el subsistema cuenca.

El ser humano ha usado el agua desde siempre para satisfacer sus necesidades y deseos.

La sed ha sido el motor de avances culturales extraordinarios.

La necesidad de agua para beber, producir, disolver o evacuar desechos ha estimulado la inteligencia humana y ha obligado a realizar esfuerzos extraordinarios, exigiendo la organización de los trabajos y la estructuración de las sociedades .

Las distintas civilizaciones han dejado significativos testimonios de sus logros frente a los desafíos del agua en cada momento histórico: códigos y normas jurídicas, obras de ingeniería hidráulica, paisajes y territorios ordenados en función del agua, ritos y fiestas que celebran el devenir cíclico de la vida .

Los avances tecnológicos del s XX crearon el espejismo de que por fin se podía dar cumplimiento al mito de dominar la Tierra. Pero junto con grandes logros, aparecieron los graves desequilibrios ecológicos y sociales derivados del despilfarro en la administración de los ciclos energéticos y la desigualdad en el acceso a los bienes de las sociedades contemporáneas.

La escasa concienciación sobre la naturaleza e intensidad de los impactos en el ciclo hidrológico, la excesiva confianza en las acciones de tipo estructural y no estructural, la percepción incorrecta de los riesgos o la dispersión de competencias administrativas alejan al ciudadano de la correcta comprensión del problema y de la necesaria modificación de su comportamiento respecto al agua.

En el siglo XXI, el desafío del agua se renueva. El incremento de la población mundial que necesita más agua y más alimentos, el aumento del consumo –y del despilfarro- de las sociedades llamadas civilizadas, la ineficacia de sistemas obsoletos o deficientes, el desequilibrio entre la oferta y la demanda del recurso en numerosas partes del mundo, la degradación de los sistemas hídricos y la correspondiente mengua de la capacidad de regeneración de los recursos de agua disponible y apta para el desarrollo humano, y el cambio climático que acelera y agudiza la crisis ambiental, obligan a las sociedades contemporáneas a repensar sus ideas y comportamientos.

El gran desafío del agua exige un cambio en el paradigma cultural. La naturaleza del objeto de nuestras intervenciones requiere adoptar una visión global e integradora del agua y el ser humano como sistema complejo sujeto a incertidumbres y comportamientos caóticos, muy lejos de lógicas lineales, planteamientos sectoriales o de enfoques sometidos al estrecho corsé de las disciplinas académicas o competencias administrativas.

Somos agua. Vivimos en interacción con el agua. El cuidado del medio determina nuestra vida. Pertenecemos a la naturaleza, tenemos inteligencia y sentido moral, en consecuencia somos responsables de contribuir a la construcción de este mundo inacabado que heredarán nuestros hijos sin hipotecar su futuro.

AGUA PARA SIEMPRE




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