03 febrero 2010

El paisaje: el Moncayo, blanco y rosa (1).

El Moncayo (2.316 m) es el acento blanco que, seis meses al año, domina las altiplanicies de luz de Castilla y  las tierras secas del Valle del Ebro. Elementos naturales y culturales se trenzan en mil combinaciones hasta conseguir un paisaje singularmente expresivo y rico.
La sierra debido a su altitud y situación entre el mundo atlántico y mediterráneo proporciona un conjunto diverso de formas de relieve, de topoclimas y de comunidades animales y vegetales realmente únicos en una pequeña porción de terreno.
La diversidad natural se enriquece con la huella milenaria del ser humano que ha creado un patrimonio cultural excepcional: la sencilla arquitectura de los pueblos emplazados en las solanas a sotavento del cierzo, Tarazona, el Monasterio de Veruela, las redes de riego, las leyendas, las brujas, los huertos, los olivares, las viñas, los caminos, castillos, las cabañas y parideras...
A los valores ecológicos y culturales se suma la belleza de sus formas, tamaños, colores, luces, texturas y sonidos, elementos sensoriales que elevan la montaña a categoría estética de primer orden.
!Oh mole del Moncayo, blanca y rosa, allá en el cielo de Aragón, tan bella! (A. Machado)
El paisaje agrícola y forestal heredado, el patrimonio historico-artístico, las referencias literarias, los mitos y leyendas, la vida tradicional de sus gentes y sus aspiraciones de futuro son valores con las que afrontar los retos de una sociedad llamada a establecer nuevas relaciones con la naturaleza, germen de calidad de vida. El Moncayo proporciona un espacio ecológicamente saludable que, a medio plazo, puede tener un significativo valor económico y social, si se sabe aprovechar.


El paisaje es más que montaña y bosque, es también atmósfera, luz, color, frío, olor, sentimiento, evocación... vida.

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