Haití fue la primera república negra de la historia. En 1804 los haitianos tomaron la inaceptable decisión para las potencias coloniales de declararse libres. Desde entonces Francia, Inglaterra y Estados Unidos han hecho todo lo posible para eliminar de la historia a esta nación de "negritos de habla francesa". Y en buena medida lo han conseguido: Las presiones económicas de los antiguos colonos y la larga ocupación americana en la primera mitad del s. XX crearon la sensación de que Haití estaba fuera del mundo, o mejor, contra el mundo. Por otra parte las apropiaciones de tierras por el Estado, la falta de registro de la propiedad, la masiva emigración del campo a la ciudad y la ocupación del espacio disponible en contra del sentido común completaron el escenario de una secuencia de tragedias encadenadas. Las dictaduras de François Duvalier y el fracaso de Aristide añadieron separación y crispación política, y hordas enloquecidas por la desesperación y el ron y las drogas proporcionados por los políticos terminaron de generar el caos en las violentas revueltas.
Doscientos años después de su independencia, celebrada en medio de los disturbios contra el presidente Jean-Bertrand Aristide en 2004, Haití sigue marcada por su pasado colonial. La única autoridad real es la misión de la ONU.
La creencia vudú y la mística determinista tratan de explicar la recurrencia de tantos dramas sobre la mitad occidental de la isla Española y la incapacidad para afrontarlos. Muchos piensan y los medios hablan de la maldición de Haití, cuando en realidad el movimiento de las placas tectónicas no ha hecho más que zarandear durante unos minutos la debilidad política y la quiebra económica de una nación que tras más de dos siglos de independencia es incapaz de anticiparse a cualquier catástrofe. En consecuencia, las desgracias de Haití no son un castigo divino, sino el resultado de un duro pasado colonial al que se añade de la ausencia de Estado.
El reto internacional es mucho más que prestar ayuda en una coyuntura catastrófica. La cooperación internacional debe procurar la construcción de un país con capacidad para recuperarse.
(Christophe Wargny, 2004: Haiti n´existe pas. Ed. Autrement)
(Robert Arnaud, No malditos, solo pobres, extremadamente pobres. Courrier International 15/01/10)
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