29 enero 2010

Encuentros en la montaña


Hoy hemos dado un paseo con la intención de que Irene viera las morrenas de Aratorés y Castiello. Se ha quedado alucinada cuando ha reconocido las dimensiones del glaciar que las formó. De regreso, nos hemos encontrado con Agustín, el molinero que todavía a sus 85 años ha molido esta mañana cuatro sacos. Hace dos años falleció su mujer y vive solo asistido por una persona. Sus hijos estudiaron carreras superiores y viven fuera en la ciudad, pero están siempre pendientes de él y le visitan con frecuencia. Entienden que Agustín quiera vivir en su casa. He encontrado una complicidad entrañabe en las miradas y palabras cruzadas con su hijo. Lo que pretendía ser una lección de geografía física ha resultado una deliciosa lección de geografía humana. Agustín nos ha regalado su amistad en el día de San Valero. Para recordar.

En la frialdad y soledad de la montaña es precioso que te abran la puerta y el corazón.

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